by Otto Plögerweden
Parece que en el actual escenario de crisis financiera y explosiva situación social que asola Europa, la orden desde la metrópoli berlinesa es la de conformar gobiernos de coalición entre los partidos mayoritarios. El bipartidismo continúa así siendo la mejor vía para el manejo político "sin sorpresas" que necesita el modo de producción capitalista para mantenerse a flote en la región europea. Lo de "un manejo político sin sorpresas" viene a cuento por lo ocurrido tras el frustrado intento de convocar al pueblo griego a que decidiese si aceptaba, o no, el tan mentado rescate de su hundida economía. Inmediatamente después del anuncio de la consulta, aparecieron caras serias en Alemania y tras unas pocas horas el ex-primer ministro Papandreu se vio obligado a dar marcha atrás en su proyecto; proyecto que consistía, nada más y nada menos, que en un pleno ejercicio de la democracia, algo cada vez más utópico en la vieja Europa.
Alemania es el principal acreedor de la zona europea y presiona desde todos los ángulos al resto de países para cobrar créditos otorgados por la banca alemana. También defiende a rajatabla la continuidad de la Unión europea y la solidez de la eurozona -17 Estados comparten el euro- porque esto le permite seguir manteniendo superávit en su balanza de comercio exterior, algo impensable si tuviese que limitarse al comercio con otras áreas del mundo -Asia, Latinoamérica- con las que cada día se le hace más difícil competir.
Los gobiernos de coalisión que propone Berlín, deberán aplicar políticas neoliberales promocionadas por el FMI y el Banco Mundial tales como: La "Reforma del Estado" minimizando sus funciones sociales como por ejemplo la salud y la educación; La privatización de los servicios públicos; El aumento de la recaudación impositiva y la reducción del déficit fiscal. Todas estas políticas, y otras más, que pusieron en práctica el FMI y el BM en Latinoamérica, llevaron a la región a una situación de crisis peor que la ocurrida en 1929, pero esa es otra historia.